23/9/08

No se me ocurrió un título

Estoy cansada, tengo sueño, tarea para las 7 de la mañana, un día de 7 a 8... También dije que ya no hablaría del tema (porque ya chole con lo mismo XDu jaja) y a pesar de ello, dejaré este segmento.

***
Waters, S., (2002), "Falsa identidad", en Primera parte, Editorial Anagrama, Barcelona, pp. 104-107.

No puedo decir cuánto tiempo dormí. No supe, al despertar, qué horrible sonido me había despertado. Durante un par de minutos no supe si tenía los ojos abiertos o cerrados -porque la oscuridad era tan completa que no había diferencia entre una cosa y otra-, y sólo comprendí que estaba despierta y no soñando cuando miré hacia la puerta abierta al dormitorio de Maud y vi dentro la luz tenue. Creí haber oído un gran estrépito o un golpe sordo, y luego tal vez un grito. Pero en el instante en que abrí los ojos todo era silencio; sin embargo, cuando levanté la cabeza y noté que el corazón me latía deprisa, oí otra vez el grito. Era Maud, llamando en voz alta y asustada. Llamaba a su antigua doncella:

-¡Agnes! ¡Oh! ¡Oh! ¡Agnes!

No supe lo que vería al acudir a su lado: quizás una ventana rota y a un ladrón que le tiraba del pelo y de lo arrancaba. Pero la ventana, aunque seguía vibrando, estaba intacta, y no había nadie a lado de Maud, quien yacía en el espacio que quedaba entre las cortinas con las mantas arrebujadas debajo de la barbilla y todo el pelo desperdigado, cubriéndole a medias la cara. La tenía pálida y extraña. Sus ojos, que yo sabía que eran castaños, parecían negros. Negros como las pepitas de una pera. Volvió a exclamar:

-¡Agnes!
-Soy Sue, señorita -dije.
-Agnes -dijo ella-, ¿has oído ese ruido? ¿Está cerrada la puerta?
-¿La puerta? -la puerta estaba cerrada-. ¿Hay alguien ahí?
-¿Un hombre? -preguntó ella.
-¿Un hombre? ¿Un ladrón?
-¿En la puerta? ¡No te vayas, Agnes! ¡Tengo miedo de que te haga daño!

Tenía
miedo. Estaba tan asustada que empezó a asustarme a mí. Dije:

-No creo que haya un hombre, señorita. Déjeme encender una vela.

Cogí la palmatoria.

-¡No cojas la vela! -gritó al punto-. ¡No, te lo suplico!

Dije que sólo la llevaría hasta la puerta, para mostrarle que allí no había nadie; y mientras ella lloraba y se agarraba a la ropa de la cama, yo fui con la vela hasta la puerta que comunicaba con la sala y -con un estremecimiento y muchos parpadeos- la abrí de un tirón.

La sala contigua estaba muy oscura. Los pocos muebles grandes se aracimaban como bultos, como las cestas con los ladrones dentro en Alí Babá. Pensé en lo triste que sería haber recorrido todo el trayecto desde el barrio de Briar para que me asesinasen unos ladrones. ¿Y si uno de ellos resultaba ser alguien conocido, uno de los sobrinos de Ibbs? Ocurren cosas así de raras.

Así que miré temerosa a la sala oscura, pensando en todo esto y casi nada, que yo era de la familia, pero por supuesto no había nadie, estaba silenciosa como una iglesia. Lo vi y fui rápidamente hasta la puerta de la sala y me asomé al pasillo, que también estaba oscuro y en silencio: sólo de oía, a lo lejos, el tictac de un reloj y la vibración de otras ventanas. En cualquier caso no era nada agradable andar en camisón, con una palmatoria en la mano, por una mansión oscura y silenciosa, donde, aunque no hubiera ladrones, desde luego había fantasmas. Cerré la puerta aprisa, volvía al dormitorio de Maud, cerré su puerta, me puse a lado de su cama y apagué la vela. Ella dijo:

-¿Le has visto? Oh, Agnes ¿está ahí?

Estaba a punto de responder, pero me detuve, pues había mirado hacia el rincón del cuarto, donde estaba el ropero, y allí había algo extraño. Era algo largo, blanco y reluciente que se movía contra a madera... Bueno, ¿he dicho ya o no que tengo una imaginación desbordante? Estaba segura de que la cosa era la madre muerta de Maud, que volvía como un fantasma a perseguirme. El corazón me dio tal vuelco en la boca que casi supe a qué sabía. Grité, y Maud gritó y luego me agarró y lloró más fuerte.

-¡No me mires! -chilló. Y después-: ¡No me dejes! ¡No me dejes!

Y entonces vi lo que era la cosa blanca, y salté de un un pie al otro, y casi me entró la risa.
En efecto, era sólo el armazón del miriñaque, que había brincado desde donde yo lo había comprimido en un estante con uno de los zapatos de Maud. La puerta del ropero, al abrirse, había golpeado contra la pared: era el ruido que nos había despertado. El miriñaque estaba colgado de un gancho, y se balanceaba. Mis pasos habían hecho que se le saltaran los resortes.

El verlo, como digo, casi me entró la risa; pero cuando volví a mirar a Maaud, tenía los ojos tan negros y alocados, la cara tan pálida, y me tenía agarrada tan fuerte, que pensé que sería cruel que me viese sonreír. Me tapé la boca con las manos, el aliento salía entre mis dedos temblorosos y los dientes empezaron a castañear. Tenía más frío que nunca. Dije:

-No es nada, señorita. Nada de nada. Estaba soñando.
-¿Soñando, Agnes?

Posó la cabeza en mi pecho y se estremeció. Le aparté el cabello de la mejilla y se lo alisé hasta que ella se calmó.

-Vamos -dije-. ¿Va a volver a dormirse? La taparé con la manta, mire.

Pero cuando le hice tumbarse de nuevo se aferró a mí con más fuerza.

-¡No me dejes, Agnes! -repitió.
-Soy Sue, señorita. Agnes tuvo la escarlatina y se ha vuelto a Cork. ¿Se acuerda? Ahora debe tumbarse o el frío también la enfermará -dije.

Ella me miró entonces, y su mirada, todavía tan negra, pareció un poco más clara.

-¡No me dejes, Sue! -susurró-. ¡Tengo miedo de mis sueños!

Respiraba suavemente. Tenía las manos y los brazos calientes. Su cara era tersa como marfil o alabastro. Al cabo de unas semanas, pensé, si nuestro plan resultaba, ella estaría acostada en la cama de un manicomio. ¿Quién sería entonces bondadoso con ella?

Conque la aparté de mí, per sólo un momento; luego trepé por encima de ella y me metí a su lafo debajo de las mantas. La rodeé con un brazo y ella se acurrucó al instante contra mí. Era lo menos que yo podía hacer. La acerqué más. Era menudisíma. No como la señora Sucksby. En lo absoluto como la señora Sucksby. Más bien parecía una niña. Seguía tiritando un poco, y cuando pestañeó noté el roce de sus pestañas contra mi garganta, como plumas. Al poco rato, sin embargo, dejó de tiritar, pestañeó de nuevo y se quedó quieta. Estaba más pesada y había entrado en calor.

-Buena chica -dije en voz muy baja para no despertarla.

***
Ok, Nareen. Aquí está la parte narrada por Sue, sobre uno de los momentos que me pediste (cuando le pide que duerma con ella, un poco distinto, ¿cierto? xD) No sé cuando vuelva a tener un ratito para subir la misma escena pero narrada por Maud y las otras escenas que me pediste en tu comentario. Pero algo es algo ^^

Me despido, tengo todavía tarea por hacer y estudiar para un examen. Así que disfruten de esta pequeña lectura, digánme, ¿cuánto dura esa escena en la película, y cuánto se llevó aquí en el libro?

Hasta la próxima~

1 comentario:

Karen dijo...

No lo quiero leer!!!! porque no he visto la pelicula, mucho menos el libro XDDDD

Ja,ja mejor intentare conseguirme el libro primero a ver que tal o de perdido ver la pelicula.

Siempre es interesante ver una pelicula teniendo previamente leìdo el libro en que se baso, así le hice con harry Potter, juaz XD

Saludos :)